Juan Carlos Onetti Sobre la Fe

80ACF78D-C31E-4CF9-915C-F2CE081BBF1AUn gran don que tenía Juan Carlos Onetti era el de enfurecer a la gente que se jactaba de su superioridad moral. Sin lugar a dudas la siguiente cita tomada de su novela Dejemos hablar al viento es inflamatoria, especialmente para la gente que cree que ya conoce la única real y completa verdad que conlleva el poder de salvar o condenar.

En lugar de profundizar este candente tema aún más, prefiero que el mismo Onetti exprese su, al parecer, radical opinión de la ‘fe’.

Desde muchos años atrás yo había sabido que era necesario meter en la misma bolsa a los católicos, los freudianos, los marxistas y los patriotas. quiero decir: a cualquiera que tuviese fe, no importa en qué cosa; a cualquiera que opine, sepa o actúe repitiendo pensamientos aprendidos o heredados. Un hombre con fe es más peligroso que una bestia con hambre. La fe los obliga a la acción, a la injusticia, al mal; es bueno escucharlos asintiendo, medir en silencio cauteloso y cortés la intensidad de sus lepras y darles siempre la razón. Y la fe puede ser puesta y atizada en lo más desdeñable y subjetivo. En la turnante mujer amada, en un perro, en un equipo de fútbol, en un número de ruleta, en la vocación de toda la vida.

(Onetti, J.C., 2016, Dejemos hablar al viento; Barcelona; Penguin Random House, p.p. 17-18)

Creencias como ésta de Onetti son capaces de airar a quienes basan su fe en una realidad absoluta, algo que Onetti quiso desmentir filosófica y teológicamente.

La mejor expresión de la realidad en términos humanos se encuentra en este ensayo El Humanismo Radical de Juan Carlos Onetti, escrito por Victor Hugo Martínez González:

Ese misterio [de la vida] consiste, para Onetti, en la capacidad humana de reponer un Sentido que la realidad deshace. Donde el individuo concibe lo absoluto, la realidad responde con la finitud y precariedad de toda experiencia; lo que debería ser trascendente se concreta así en un accidentado orden de desengaños. Por esa consciencia de la humana desgracia, Onetti subsana con la ficción el carácter incompleto de la vida, disloca y reinventa lo que sin la imaginación más libre y subversiva sería insoportable.

Para mejor entendimiento de las obras de Onetti, es esencial reconocer este recurrente tema de que el ser humano no tiene capacidad de captar el sentido de cualquier realidad absoluta, y en su defecto sigue una y otra vez aferrándose  a los imperfectos e incompletos sentidos que resultan de este ‘accidentado orden de desengaños.

 

Bolaño: Encuentro de historias culturales

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En mi última entrada puse la cita siguiente tomada de la novela 2666 de Roberto Bolaño, escrita durante los últimos años de su vida. No me acaba de sorprender su intensidad, sus maneras de ser interpretada. Debajo de la misma cita  se encuentran mis interpretaciones sobre lo que Bolaño quiso decirnos en este párrafo.

“Ivánov, un escritor de verdad, un artista y un creador de verdad era básicamente una persona responsable y con cierto grado de madurez. Un escritor de verdad tenía que saber escuchar y saber actuar en el momento justo. Tenía que ser razonablemente oportunista y razonablemente culto. La cultura excesiva despierta recelos y rencores. El oportunismo excesivo despierta sospechas. Un escritor de verdad tenía que ser alguien razonablemente tranquilo, un hombre con sentido común. Ni hablar demasiado alto ni provocar polémicas. Tenía que ser razonablemente simpático y tenía que saber no granjearse enemigos gratuitos. Sobre todo, no alzar la voz, a menos que todos los demás la alzaran. Un escritor de verdad tenía que saber que detrás de él está la Asociación de Escritores, el Sindicato de Artistas, la Confederación de Trabajadores de la Literatura, la Casa del Poeta. ¿Qué es lo primero que hace uno cuando entra en una iglesia?, se pregunta Efraím Ivánov. Se quita el sombrero. Admitamos que no se santigüe. De acuerdo, que no se santigüe. Somos modernos. ¡Pero lo menos que puede hacer es descubrirse la cabeza! Los escritores adolescentes, por el contrario, entraban en una iglesia y no se quitaban el sombrero ni aunque los molieran a palos, que era, lamentablemente, lo que al final pasaba. Y no sólo no se quitaban el sombrero: se reían, bostezaban, hacían mariconadas, se tiraban flatulencias. Algunos, incluso, aplaudían.”

Lo que primero me sorprende de estos pensamientos de Efraím Ivanov es que se encuente cinco veces en este párrafo la frase «un escritor de verdad». Esta repetición está en pleno contraste con la única mención de otros autores –aquella de «los escritores adolescentes». Ahora bien, ¿Qué se puede decir de la diferencia entre ‘un escritor de verdad’ y ‘un escritor adolecente’? Yo veo una clara distinción, una jerarquía inegable en la mente de Ivánov.

B72E2945-7A0C-4D5E-8957-57DA9E206263De acuerdo con este texto el escritor de verdad tenía que ser casi igual que todos los otros escritores de verdad. Los parámetros eran muy restringidos. No había mucha libertad de expresarse porque aquellas normas implicaban una estricta uniformidad.

En los años 40 del siglo XX, Ivánov se nos expone pensando lo que le faltaba a él para que tuviera más éxito en su trabajo de escritor. Creía que necesitaba, «El paso decisivo, el golpe de audacia.» En seguida ocupan sus pensamientos el «. . .joven judío Ansky y sus ideas disparatadas, sus visiones siberianas, sus incursiones en tierras malditas, el caudal de experiencia salvaje que solo puede tener un joven de dieciocho años.» De allí Ivánov sigue para despreciar de una manera u otra a unos diez escritores más, que fueran escritores de ficciones, de poesía, o dramaturgos.

Si buscamos el periodo de los autores rusos de verdad, una opción que me llama mucho la atención, es aquello que comienza con Puskin en los años 30 del siglo 19, junto con Dostoyevsky, Tolstoy, Turgenev, Chekhov.

A partir de 1890, la novela y poesía rusas empezaron a mostrar una predilección por el fermento intelectual que incluye el misticismo, ascetismo, neo-Kantianismo, erotismo, marxismo, apocaliptcismo, nietzscheanismo y otras movimientos combinados entre si en maneras improbables.

Me parece que Ivánov se coloca en la época justo después de los autores rusos clásicos arriba mencionados. Aprovechando su analogía del comportamiento en la iglesia, él mismo admite que no se santigua al entrar —‘Somos modernos”.

Para la gran mayoría de los autores de la época, la novela todavía mantenía convenciones de lenguaje y de la representación de ciertas acciones de los personajes. No se escribieron palabrotas o escenas de expresiones sexuales. Esta convención continuó por décadas después de la época de Ivánov, con excepción de los libros pornográficos disponibles en los mercados clandestinos. En aquella época, los escritores de verdad podían contar con el visto bueno de la iglesia cuando éstos no eran prohibidos y se escapaban del Index Librorum Prohibitorum –Libros prohibidos por la Iglesia Católica.

Ivánov decía ‘Somos modernos’, y nos explica este término diciendo que ya no se santigua al entrar en una iglesia. Nos dice que ya no es, según su propia definición, un autor de verdad. Pero no se ha alejada mucho de ellos; son los jóvenes autores que se han roto con todas las normas y reglas de la escritura de verdad. Son ellos quienes no se quitan el sombrero, y después hacen despreciables disrupciones hasta aplaudir y tirar flatulencias.

Este párrafo de 2666 trata el tema de la evolución literaria, hay muchos componentes de las culturas que ha seguido la misma trayectoría: las religiones, al principio del dogma, los ritos  y las creencias propios y a veces exclusivos, una exclusividad que ha sido motivos de guerras y ejecuciones. Casi todas ya han evolucionado hasta que el dogma, las creencias y los ritos carecen de normas. Se podría decir que cada grupo de fieles (¿Files a qué y a quién?) tiene su religión particular. Al pensarlo bien, lo mismo ha pasado en los campos de la música, los componentes de una ‘buena educación’, la ética, la moral, etcétera.